En este nuevo episodio de Lila, charlamos con Gonzalo “El Mamut” Díaz, un nombre que en Mendoza resuena con fuerza propia. Pasó por Godoy Cruz, Defensa y Justicia, Vélez, América de México, Nacional de Uruguay… pero lo que más dejó fue algo que no entra en una estadística: una historia real de esfuerzo, caídas, segundas oportunidades y amor por la camiseta.
“El fútbol me dio todo, pero también me sacó mucho”, confiesa con una calma que viene de haberlo vivido todo. Porque si algo marcó su carrera, fueron las lesiones. Esas que aparecen justo cuando estás por despegar, que te devuelven al banco, al quirófano, al silencio. “Tuve muchas veces que volver a empezar”, dice. Y no lo dice con bronca, lo dice con orgullo. Porque volver también es llegar.
Durante la charla, hablamos de los pibes, de la presión, de la exposición en redes y de cómo cambió el fútbol en estos últimos años. “Hoy todo es inmediato. Si no rendís dos partidos seguidos, ya te quieren borrar. Antes tenías más tiempo para demostrar”, explicó. Y también se metió con algo que pocos futbolistas dicen abiertamente: el después. ¿Qué pasa cuando el cuerpo ya no responde, pero el fuego sigue prendido?
El Mamut habló con sinceridad sobre lo que implica vivir del fútbol en un país como Argentina. Desde los viajes eternos en micro hasta los lujos que parecen parte del combo, pero no lo son. “No todo es cinco estrellas. Hay mucho sacrificio que no se ve”, tiró. Y agregó una frase que resume todo: “Lo más difícil no es llegar. Es mantenerse. Y si te caés, tener con qué volver.”
Hoy Gonzalo está en Mendoza, entrenando, pensando en su futuro, cerca de su gente. No se define por una camiseta ni por un gol. Se define por haber vuelto. Por haber insistido. Por no haber abandonado ni cuando el dolor parecía más grande que el deseo. Una historia que no está hecha de títulos, sino de capítulos vividos con el corazón puesto en la cancha.
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